sábado, 26 de diciembre de 2009

La Psicosis


I. Elementos para un diagnóstico de la estructura psicótica (cualquiera sea su tipo clínico).
1. El Fenómeno de la discontinuidad (brote psicótico).

Desde su tesis de psiquiatría Lacan se opuso a las teorías psiquiátricas que hacían de la paranoia, el resultado del desarrollo continuo progresivo e insidioso del delirio. Frente a estas concepciones opuso la idea de localizar un punto de corte localizable, una nítida discontinuidad que marca el inicio de la psicosis clínica. De algún modo tomaba la inspiración freudiana que ya en el historial de Schreber, planteaba la necesidad de distinguir la fijación predisponente y la aparición de los síntomas de la enfermedad. Hacia los años 30 introdujo su teoría de los “tiempos fecundos” del delirio y luego en los años 50, con su doctrina estructural sobre las psicosis, conceptualización que le permitirá formalizar la coyuntura de los desencadenamientos psicóticos. Esta orientación se verá enriquecida con su clínica nodal de los años 70 que permitirá abordar tanto los “lapsus” de anudamiento psicótico como los puntos de desanudamiento de alguna de las consistencias de lo real, lo simbólico e imaginario. El seminario 23 constituirá el paradigma esta clínica, de la cual se derivan consecuencias importantes para el tratamiento de las discontinuidades mas sutiles de las psicosis ordinarias.

2. Forclusión del significante Nombre del Padre. La forclusión es el elemento que da a la psicosis su estatuto diferencial. El funcionamiento del lenguaje y las categorías topológicas de lo real, lo simbólico y lo imaginario, permiten identificar este “defecto” de la siguiente manera: el significante que ha sido rechazado del orden simbólico, aparece en lo real (alucinatoriamente).Freud dirá: Lo cancelado dentro, retorna fuera. La forclusión convierte al sujeto en un “mártir del inconsciente”, pues lo que retorna desde lo real se impone al sujeto con sufrimiento. Los efectos fundamentales de esta operación serian: - La metáfora paterna no obra. – Regresión tópica al estadio del espejo. –Resolución de la identificación sexual a través del “empuje a la mujer”.- Ausencia de deseo (no hay sanción simbólica).- El sujeto queda ubicado en relación al universo del lenguaje, pero fuera de-discurso, es decir sin lazo social.

3. Fenómenos elementales(La alucinación verbal, el neologismo, y el delirio). Fue en la paranoia donde se estudiaron por primera vez. Lacan retoma la concepción de fenómeno elemental de Clerambault en tanto da cuenta de un significante aislado-neutro, anideico, fuera de la cadena significante. Cuestiona la concepción de automatismo mental patológico ya que el automatismo del lenguaje es una característica de la cadena significante, no patológica, sino estructural. Son fenómenos esenciales en el estudio de la psicosis, por cuanto se refieren a los disturbios de la relación del sujeto y el Otro, la cual esta marcada por un recorrido donde el significante crea el campo de la significación a partir del pasaje del sujeto por el sitio previo del Otro (operación de lo simbólico a lo real) La aparición del fenómeno elemental en el discurso, permite un diagnostico diferencial entre psicosis y neurosis.

II. Elementos Fundamentales del Caso Schreber.


1) La función del delirio al comienzo y al final de la enfermedad de Schreber, teniendo 
especialmente en cuenta la función del empuje a la feminización en ambos momentos.


Es importante anotar que la función del delirio en general, es intenta llenar el agujero que ha dejado en el universo simbólico, la ausencia del significante fundamental, como lo afirmo Freud en relación a Schreber:” lo que tomamos como producción patológica, la formación delirante, es en realidad el intento de recuperación, la reconstrucción”. El primer estadio del delirio de Schreber consiste básicamente en una fantasía que antecede la construcción del delirio: ser mujer durante el acoplamiento. Esta fantasía se estructura hasta llegar a constituirse en su delirio: ser la mujer de Dios, quien fecundara su cuerpo para producir una nueva raza de hombres. Aquí se establece el binario de temporalidad: 1. Ser mujer y 2. Redención de la humanidad, retorno de lo forcluido en la procreación divina), estas características del delirio se dan indignándose y después aceptando. En el primer momento del delirio el Dr Flechsig se vuelve su perseguidor haciéndolo responsable de las transformaciones y del abuso de su cuerpo, en el segundo periodo del delirio Schreber sustituye a Flechsig por Dios y se ha convertido en la muer de Dios. La metáfora delirante que crea permite la recomposición del mundo simbólico, permitiendo también que se estabilice el registro imaginario y la relación con los semejantes se vuelva posible. Como se anotó, la ausencia del significante Nombre-del- padre- hace que la resolución de la identidad sexual se de a través del “empuje a la mujer”, a falta de ser el falo de la madre le queda la solución de ser la mujer que les falta a los hombres, garantizando así la existencia de la mujer; Schreber asume una posición pasiva respecto a su padre que caracteriza en su transformación en un a mujer. - 2) Los dos tipos de alucinaciones que presenta este sujeto, según Lacan.

Los dos tipos de alucinaciones especificados por lacan son:
-Fenómenos de Código: corresponden a la batería significante, consisten en mensajes que recibe el enfermo sobre el código, las voces le dicen al sujeto el nuevo código, éstos se encuentran en: -los neologismos (neo-código de las voces) ,- La intuiciones delirantes( el vacio de significación es reemplazado por la certeza),-Los estribillos y las monsergas (significantes monótonos sin sentido que se dan por una falta de un punto de capitoné, las alucinaciones se reducen así a simples estribillos). Son mensajes que no le exigen ningún esfuerzo al sujeto pues constituyen una significación que permanece irreductible a otra significación ya que la significación neológica, solo reenvía a ella misma, en ellos la significación se adelanta a su propio desarrollo. De entrada el psicótico encuentra aquí la significación del nuevo código en el lugar del Otro. En el caso Schreber la lengua envía un mensaje al sujeto sobre un significante del código ha pasado a adquirir un sentido diferente, el neologismo de uso ha sido objeto de erotización.

-Los Fenómenos de Mensaje: corresponden a lo que efectivamente se dice. Las voces le hablan al enfermo únicamente del mensaje, así se puede situar lo que Lacan llamará las “frases interrumpidas”, las cuales son el resultado de la cadena rota, no hay retroacción significante, sino un corte que impide la producción de sentido. La frase interrumpida es designada por Lacan una “provocación alucinatoria”, el sentido queda en suspenso, la frase se completa a través de una injuria una frase hostigante u ofensiva, modo en que el psicótico recibe el mensaje del Otro. En estas frases mencionadas el sujeto se ve compelido a producir una respuesta que sostenga la reacción entre el sujeto y el Otro, sitio desde donde le llega la voz psicótica. Estos hechos son los responsables del cansancio del sujeto, de su agotamiento, al someterlo a un esfuerzo continuo de replica. En los mensajes interrumpidos es el sujeto el que trabaja, el esfuerzo se centra en el reenvío de una significación a otra significación. En Schreber se presentan frases interrumpidas como: -“ Ahora me voy a…” “Debe usted, por su parte…” “Voy a…”. En otros el sentido queda en suspenso y la frase se completa a través de la injuria: “rendirme al hecho de que soy idiota”, “ser expuesto como negador de Dios y dado a un libertinaje voluptuoso, para no hablar de los demás”,etc.
En ambos casos es lo real mismo lo que se pone a hablar.

III-Especificacion Clinca de la disolución imaginaria de la melancolía, según Lacan y su relación con “la sombra del objeto” que cae sobre el yo, según Freud.En el Caso de la Melancolia y la psicosis maniaco depresiva.

Para Freud la noción de pérdida aparece en primer plano en la melancolía, su mirada se dirige al sujeto más que al objeto, poniendo el centro de la discusión en la identificación narcisista. De este modo queda introducido de alguna manera el mecanismo propio de la melancolía que es la identificación narcisista con el objeto, definida como la Introyección y la proyección del objeto en el yo, provocando su aplastamiento por el objeto. De este modo la conclusión a la que llega Freud en el Texto “Duelo y Melancolía” es que la predisposición a la melancolía depende del predominio de tipo narcisista de la elección de objeto que en este caso esta elevado a la dignidad de cosa. En 1921 establece la diferencia fundamental entre Melancolía y Duelo, desde la ambivalencia que separa al Yo del ideal del yo. Luego con la introducción del superyó y de la `pulsión de muerte, se evidencia que el padre muerto cae sobre el sujeto y lo aplasta, se trata del padre primitivo, gozador, el padre de la horda de tótem y Tabú, el padre que todo lo prohíbe, el padre sádico.

Lacan pone su acento en el sujeto y no en el objeto igual que Freud, para Lacan la melancolía es el dolor en estado puro. En 1963 con la introducción del Objeto a, precisa la relación del narcisismo con el objeto del fantasma y aquí encontramos un primer avance con relación a Freud. Y puntualiza el predominio de lo simbólico sobre lo imaginario. En 1973 en Televisión el retoma el problema de la melancolía y los aborda no a partir del narcisismo sino como “rechazo del inconsciente”. Toma como punto directriz el Acto Suicida no la tristeza, de modo que Acto es igual a rechazo, no hay palabra dirigida al Otro, razón por la cual el sujeto esta sumido en su más profundo “des-ser”. Es importante anotar que junto al concepto de forclusión del Nombre del Padre, esta el de disolución imaginaria, que surge de los fenómenos observables, se trata de la regresión tópica al estadio del espejo, lo forclusión revelada como falla en la estructura simbólica, repercute sobre la estructura imaginaria, la cual se disuelve y la reduce a la estructura elemental llamada estadio del espejo aspecto totalmente legible en los pacientes psicóticos, si se conocen bien las coordenadas de Estadio del Espejo, esta es la razón por a cual aparece el horror el objeto a. De allí los fenómenos duales de agresividad, de transitivismo e incluso de despersonalización.

Como se puede apreciar en Lacan existe una radicalización de la teoría en relación a Freud, y un avance notable que se da a través de las conceptualizaciones de los tres registros el objeto a y la noción de disolución imaginaria emparentada con el estadio del espejo.




IV-Diagnóstico de caso desde las perspectivas de 
Bleuler, Freud y Lacan, diferenciando a cada una de ellas.


Establecer una postura diagnóstica del caso referido en relación a los autores citados implicaría ir en un “crescendo” desde lo somatógeno a lo ideógeno, teniendo como premisa fundamental, los aportes que cada autor fue dando de acuerdo a su época y a sus antecedentes clínicos e históricos. Por ello las posturas de Bleuler, Freud y Lacan no me parecen excluyentes sino complementarias.Desde esa óptica realizaré el análisis.

Es en el origen de la enfermedad donde Bleuler sitúa un trastorno, probablemente orgánico, al que corresponden los síntomas que él llama primarios, en primera fila de los cuales se encuentra tal disociación entre las diferentes instancias psíquicas, tales como la afectividad, la voluntad, la inteligencia o las capacidades de razonamiento. En oposición a la teoría kraepeliniana del debilitamiento prematuro, Bleuler no introdujo en su concepto criterios evolutivos específicos, lo que le permitió vincular la esquizofrenia con diversos estados agudos y lo condujo a adoptar la idea optimista de remisión, de curación, y de impactos terapéuticos posibles. La fobia a las mujeres, la ambigüedad de la diferenciación sexual, masturbación compulsiva, escribir sobre temas marginales algunos relacionados con la mujer, conflictos con la imagen corporal.

Freud reconoce el trabajo de la Escuela de Zúrich pero pone su acento no en los síntomas sino en el mecanismo psíquico que los produce , sitúa la esquizofrenia del lado de las parafrenias, las cuales tendrían su manifestación en un regreso al autoerotismo infantil a diferencia de la paranoia que es un regreso a una estado del narcisismo, en el caso citado estaría manifestado por su masturbación compulsiva, Síntomas secundarios de defensa tales como las quejas constantes sobre su cuerpo y el olor que expide, delirio de ser observado, alucinaciones auditivas(insultos).

En Lacan encontramos un avance significativo, su diagnostico es estructural sincrónico y subjetivo. El agujero de lo simbólico causado por la forclusión y el consiguiente aprisionamiento del sujeto en lo imaginario constituyen la base de la estructura psicótica en tanto déficit de lo simbólico. Es el énfasis en lo simbólico lo que lleva a Lacan a valorar los aspectos lingüísticos de la psicosis, los mas importantes los trastornos del lenguaje, los cuales constituyen una condición necesaria para cualquier diagnostico de psicosis. Esta postura estructural es la continuidad de Freud a Lacan pues este último logra articularla mejor desde el punto de vista clínico. Vemos en el paciente referido un delirio de ser observado, imagen corporal enquistada en lo imaginario, tiene una sexualidad que presenta dificultades para explicitar la diferenciación sexual, alucinaciones verbales. Es importante anotar como la escritura le sirve al paciente para estabilizarse igual como Lacan lo analiza en el seminario 23 de Joyce.

martes, 15 de diciembre de 2009

El Dolor de la Histeria


¿Qué es la histeria? ¿Cómo se produce y cómo se cura? ¿Cuál es el sufrimiento de la vida sexual del histérico? ¿Por qué la relación de pareja se histeriza tan fácilmente, es decir, se vuelve tan rápidamente relación de fuerza dominante/dominado donde el poder decide sobre el amor, el odio y el deseo? Todas estas cuestiones son tratadas en este libro con claridad y rigor, con el deseo de transmitir lo que la escucha de la histeria enseña al psicoanalista. Nasio nos lleva en un lenguaje sencillo y profundo a la "quinta esencia" de la teoria analitica, pues fue a través de las histéricas que nació el psicoanalisis, desde alli comprendió Freud que los grandes males que aquejan al sujeto son de orden ideógeno mas que somatógeno.

martes, 8 de diciembre de 2009

El Maltrato Psicologico

El Maltrato Psicológico. Por Hector Gallo.

El maltrato psicológico se configura cuando deja de ser una forma contingente de manifestar el odio al más íntimo y se convierte en un acto sistemático de condena a la infelicidad. Hace consistir a un supuesto verdugo, que en la vida cotidiana reitera una sentencia humillante para su víctima, ser a quien le está recordando constantemente su desgracia, dibujándole un destino con tribulaciones.

Hay rasgos del otro cercano y familiar que en el tiempo lo van palideciendo, aparece la intolerancia bajo la forma del sarcasmo, el señalamiento atroz del defecto, la sentencia descarnada, el chiste audaz, el gesto de impaciencia y un no rotundo a admitir sus tristezas. Así es como se anuncia que la angustia de perder ya no hace signo, surgiendo progresivamente un goce perturbador e inútil, que va cercando el vínculo hasta transformarlo en un enlace infernal.

Un hombre pacifista por principio es incapaz de maltratar físicamente a su pareja o sus hijos, puede en cambio tener la habilidad de nombrar contundentemente el pequeño
defecto y practicarlo cada vez que tenga oportunidad.Se conforma con un placer que no toca abiertamente el cuerpo del otro, pero golpea su imagen mediante una crítica agresiva que puede llegar a suplantar, por ejemplo, la atracción erótica y en general la comunicación posible.

Existe una neurosis en donde la ambivalencia que rige nuestras relaciones primordiales con el más intimo, tiene dificultades para disociarse bajo la forma de odio al enemigo o extranjero y de amor al próximo. Se trata de la neurosis obsesiva, donde es usual encontrar un conflicto entre querer ser racionalmente comprensivo y un empuje a tornarse caprichoso, rivalizante y agresivo con los más cercanos.

La neurosis obsesiva es un tipo clínico favorable a la instalación del maltrato psicológico, pues el obsesivo suele exigirle a su entorno familiar el establecimiento de una alianza para confirmarlo en su fortaleza imaginaria. Si esta demanda no es satisfecha, se transformará en un crítico feroz, cuyas precauciones han de exagerarse para lograr sostenerse en un semblante de rectitud y escrúpulo.

La histérica suele denunciar con sus síntomas las mortificaciones psicológicas impuestas por el obsesivo, se queja de la rigidez que la priva de felicidades anteriores o le impide disfrutar el presente. Sus ligerezas son a su vez denunciadas por el obsesivo, quien se queja, por ejemplo, de la mala influencia que ejerce sobre la responsabilidad de los hijos y de su injerencia en todo lo que no marche a nivel familiar, por el hecho de no apoyarlo sin reserva en sus indicaciones.

Una pareja que le interesaba discutir acerca de los problemas escolares y de comportamiento de una hija adolescente viene a verme. Es la mujer quien pide una cita, pero decidió invitar a su esposo, quien indica que el trabajo es con la hija, pero ésta no estaba interesada. Ante una demanda tan incierta decido escucharlos, sin poder comprender nada, parecían dos extraños reunidos minutos antes, pues cada uno explicaba su presencia allí desde perspectivas contrarias.

La mujer pide hablar a solas conmigo porque está en crisis y el hombre dice estar preocupado exclusivamente por su hija, porque los asuntos de pareja sabe cómo tratarlos, tiene alternativas concretas pensando en un interés común y las formula así:
"No nos entendemos más y tampoco nos queremos, tú me amas pero no me deseas y yo te deseo pero ya no te amo, desde hace tiempo ambos lo sabemos y así se ha convivido sin mayores contratiempos, reconozco mi inmadurez como hombre, pero tengo vocación de padre, compórtese como una madre porque hay responsabilidad con los hijos y es importante estar unidos hasta que sean mayores. Evite continuar con su amante, es un hombre inmaduro que la ha puesto en crisis, entréguese a sus obligaciones en lugar de estar pensando en quien la invitará a salir, no gaste demasiado porque el futuro hay que asegurarlo y ya vendrá el momento de separarnos".

Dentro de la tradición familiar de éste hombre, que por lo demás es un eyaculardor precoz, resulta inconcebible una separación, por eso acude a su mujer para exigirle consentir en un sacrificio que mantenga vigente la consistencia del Otro. Este sacrificio ella lo expresa en la insatisfacción asociada al problema sexual de su compañero, a las privaciones en que viven porque él decidió no tocar la fortuna que heredó hasta que sus hijos hayan crecido, a la aburrición que implica soportar un hombre siempre con un radio en el oído -tercero que se encargó de separarlos afectivamente.

Según esta mujer, su esposo tiene una enorme coraza que lo torna intocable, en casa nada queda por legislar, tiene contabilizados los minutos que cada uno puede hablar semanalmente por teléfono y no le gusta salir un fin de semana porque es algo costoso. Es un mundo donde todo está contabilizado y ahí esta mujer se debate entre el amor a sus hijos, el anhelo de salir con un amante que si la complace, la fortuna que si bien su marido no deja tocar a lo mejor un día disfrutará y la angustia de volverse vieja esperando.

Tenemos el cuadro familiar conformado por una mujer mortificada, un hombre intransigente pero justo, unos hijos privados de comodidad porque su futuro hay que asegurarlo y una queja generalizada de maltrato psicológico, que ha conducido a esta pareja a mantener tan bien delimitadas la fronteras, que ni siquiera en el lecho matrimonial uno se autoriza a invadir el espacio del otro.

Esta solución encontrada por la pareja, demuestra que en el maltrato psicológico ladistancia necesaria para protegerse es afectiva y no geográfica e implica una rectificación delas relaciones imaginarias entre los personajes que intervienen.

Entre el maltrato y la mortificación del ser

En relación al maltrato las imprecisiones teóricas son notorias, sobresale la costumbre institucional de diseñar programas de prevención y tratamiento, valiéndose del modelo médico. Suele tomarse el maltrato como si fuera una enfermedad que ataca especialmente a la infancia, se ubica la etiología en múltiples factores psico-sociales que afectan el medio en donde nace o se desenvuelve la víctima y se propagan estrategias educativas basadas en la información sobre los derechos del maltratado y la sensibilización de los violentos.

Acontecimientos reales como el abandono, el abuso sexual, la agresión física desmedida y la explotación de los menores en la pornografía, la prostitución, la venta de droga, la mendicidad y el trabajo forzado, amerita una medida de protección bajo una figura jurídica denominada recuperación.

Aquí, el maltrato denota dos aspectos que lo relacionan al mismo tiempo con un trauma
real y con un síntoma social. En el maltrato como trauma físico y psicológico se diagnostica institucionalmente, que la víctima queda expuesta a síntomas como el retraimiento, la tristeza, el resentimiento social, el desinterés, la agresividad desmedida y el fracaso escolar.

Esta descripción de rasgos observables en menores maltratados, en lugar de constituir un descubrimiento que sirva al diagnóstico, al tratamiento y prevención del maltrato, se convierte en un prejuicio que conmueve el corazón de las almas caritativas. Todo niño maltratado presenta, en efecto, secuelas psicológicas que se pueden agrupar en las manifestaciones anotadas, pero la explicación de esos síntomas por los malos tratos, en lugar de clarificar el problema, lo deja sumergido en una generalidad ambigua, pues no pocos niños presentan síntomas semejantes, a pesar de haber sido sobreprotegidos en lugar de maltratados.

El maltrato es una prueba viviente de la ausencia de un padre real, produce en el menor el sentimiento de estar desalojado de un lugar simbólico al que se siente con derecho. Cuando no depende de traumas reales observables, como es el caso de la mortificación psicológica, se instala un vacío de orden legal, pues no existe un peritazgo preciso que permita demostrar que es tan grave para la integridad del sujeto una mortificación del ser, como las demás formas comprobadas de maltrato.

La palabra mortificación, aunque no es la que se ha consagrado en el uso corriente, es más apropiada que el término maltrato psicológico para referirse a un daño emocional. El lenguaje popular suele decir "me tiene mortificado con sus reproches y celos injustificados”, en lugar de decir "me tiene maltratado...".

En la mortificación psicológica lo invocado para el diagnóstico es una clínica de la subjetividad y no un dictamen del forense, por eso en el abuso emocional es indispensable un mayor rigor conceptual, que el observado en el maltrato físico. El maltrato psicológico no corresponde a un hecho de violencia objetiva, sino de mortificación subjetiva, ocasionada por la eficacia simbólica de una palabra, un gesto o una mirada. La verdad puesta aquí en juego es particular, psicológica y no una verdad que se pueda verificar mediante simple contrastación con los hechos.

El psicoanálisis demuestra que una palabra castiga, humilla, salva e incluso mata, un gesto de rechazo sistemático o de intolerancia aplasta, una mirada inquisidora horroriza; pero demostrar que esto es tan eficaz como un golpe con odio o una violación, exige una demostración clínica rigurosa, en lugar de una apasionada reivindicación de los derechos. El discurso jurídico y el discurso médico, no reconocen que la intensidad de los sentimientos nunca es proporcional con la magnitud del acontecimiento que los desencadena. Por esta razón, el peritazgo en materia psicológica nunca se acoge a la lógica del código legal, si se cuenta con la subjetividad. Sus heridas no pueden calcularse mediante un examen de la magnitud real de los acontecimientos, sino mediante un examen de la significación imaginaria que para cada sujeto tiene lo que ha vivido sin comprender.

Freud demuestra que la realidad psíquica tiene para el sujeto una consistencia comparable a la realidad material, por eso si un niño dice que lo han seducido, pero el dictamen del médico forense indica que no hay ninguna lesión considerable, no por ello es un mentiroso, sino alguien que con su palabra le está indicando al discurso jurídico que hay otra realidad a considerar, cuya verdad depende de un examen de la organización imaginaria del niño y no de los hechos realmente acaecidos.La mortificación psicológica no existe por fuera de una escucha que, en lugar de servir para determinar si hay o no méritos para elevar una denuncia de maltrato ante la autoridad competente, permita anudar la palabra actual con la historia del hablante.

Donde está la verdad

La mortificación psicológica se escucha como verdad del sujeto y no como dicho a comprobar, es por esto que no le corresponde oírla a un defensor de familia o juez de menores, quienes son portadores de un saber sobre los derechos de la familia, del menor y de los ciudadanos en general, pero no de una teoría que permita dictaminar sobre la subjetividad. Aquí el dato estadístico tomado como antecedente y el dictamen del forense, no sirven como argumento para condenar o absolver, pues lo que se pone en juego es un desciframiento de la palabra del hablante y no una confrontación de ésta.
No es lo mismo recibir una declaración en donde la víctima acusa, muestra y se queja, para determinar si es necesario hacer evaluar el organismo y elevar una denuncia ante la autoridad legalmente habilitada para intervenir, que escuchar el discurso de un ser hablante para evaluarlo respecto a lo que dice haber padecido.

En este caso el énfasis de la escucha recae no sobre la verdad o la mentira objetivable, sino sobre el modo como ha contribuido a su mal aquel que se presente en calidad demaltratado. Esto vale tanto para el maltrato físico como para la mortificación psicológica, que es uno de los nombres que adquiere en la relación humana, el malentendido estructural que deja en entre-dicho la comunicación.

Todo ser hablante es un mortificante en potencia de todo aquel que se ponga al alcance de su discurso. En esta encrucijada queda atrapado el concepto maltrato psicológico, en donde no se cuenta con la herida visible, la fractura verificable y la magulladura evidente. Quejarse ante una autoridad sin tener en el cuerpo la marca que prueba la maldad del otro, deja poca alternativa a la acción jurídica. Aunque el trauma de la mortificación sentimental no se cura en un tiempo decretable de incapacidad, como si suele suceder con el trauma del maltrato físico, el hecho de no poder medirse con exactitud la magnitud de la agresión ni el grado del perjuicio causado, deja al jurista sin herramientas legales para el encausamiento del agresor.

En conclusión, allí donde la operación jurídica encuentra un límite, el acto analítico seconvierte en necesario.

Tomdo de la Revista virtual "Affectio Societatis" Universidad de Antioquia