lunes, 19 de mayo de 2014

Mística y Psicoanálisis

 EXPERIENCIA MÍSTICA Y PSICOANÁLISIS
Conferencia Dictada en la CRC (Colombia)
Por Ramiro Alberto Álvarez. Ps

El fenómeno “Experiencia Mística” es evidentemente complejo y difícil de abordar sobre todo a la luz de la ciencia, la cual lo ha catalogado, no pocas veces, de infantilismo regresivo, o delirio psicótico. Solo en Lacan -dentro del ámbito psicoanalítico- encontramos un pensador que nos invita a no “ceder” ante el fenómeno místico, y enfrentarlo como una experiencia muy válida de la subjetividad humana, propone examinarla sin determinar su verdad, pues la experiencia religiosa es una auténtica experiencia subjetiva .La apuesta de Lacan por el análisis del fenómeno religioso durante toda su obra, se debe fundamentalmente a que la religión puede hacerse cargo de lo real(el sentido) e incluso ser capaz de reinventarlo. Este recorrido permitirá abordar el tema de modo sucinto, ofreciendo elementos que permitirán no solo realizar un análisis diferencial, sino también conocer las posturas actuales en relación al tema.

I. ¿A qué nos estamos refiriendo con la expresión “Fenómeno Místico”?

Siguiendo la notable obra de Jordi Font ,y dejando por un momento de lado, los fenómenos paramisticos que pueden acompañar, o no, a la experiencia mística y que son fenómenos senso-perceptivos como: visiones, apariciones, audiciones, éxtasis, estigmas o revelaciones.Estos fenómenos tienen una alta incidencia de psicopatología o bien son fenómenos que explican la fragilidad emocional o la labilidad afectiva de las personas que los sufren, tanto si su experiencia es sana como patológica. Entrar a definir lo místico es adentrarnos en un terreno que tiene un carácter polisémico y ambiguo lo cual constituye su esencia fundamental, por ello se hace necesario mas que definirlo, delimitarlo. Nos apoyaremos en las reflexiones de William James, citadas por Domínguez Morano, delimitando particularmente su fenomenología, en estos aspectos imprescindibles :

Existe una predominancia afectiva determinada por la incapacidad para expresar la experiencia.
• Una iluminación intelectual, el místico tiene la experiencia de poseer un saber que escapa a la razón discursiva y lógica.
• La transitoriedad, la experiencia tiene una duración más bien breve, la duración es de minutos, a lo sumo un par de horas.
• La pasividad es el último elemento fundamental, la experiencia se impone sobre el sujeto adueñándose de él, dejándolo reducido a un estado de quietud.
• Entre otros elementos aportados por otros estudiosos del tema podemos añadir: la transcendencia del tiempo y del espacio, estado de ánimo gozoso, transformación personal .

Desde el punto de vista psicoanalítico, vemos que la exposición de James adolece del elemento relacional (Alter ego), elemento importantísimo a la hora de elaborar un diagnóstico diferencial. La experiencia mística es ante todo una evento totalizante del amor, de la unidad con el todo, donde los límites del yo que operan de modo diverso.

II. El enfoque genético y estructural frente al “Fenómeno Místico”

El abordaje de la experiencia mística desde el psicoanálisis se daria desde dos campos bien definidos: el genético y el estructural. Representados por Melanie Klein y Jacques Lacan, respectivamente. Si bien ambas posturas analizan el hecho desde ópticas diferentes, éstas no resultan excluyentes, sino complementarias.

• Perspectiva Genética: dimensión materna ( Melanie Klein).

Tanto Freud como Klein hablaron de la posibilidad de una regresión del ser humano a una etapa anterior de su existencia, nos referimos al estado de fusión primitiva y gozosa con el objeto vivido como totalidad (la madre). En este punto se podría encontrar la clave para la comprender la relación de objeto que mantiene el místico con su Dios. Esta experiencia con la madre en los primeros años es fundamental para cualquier ser humano para poder elaborar internamente objetos mentales básicos para toda la vida (Dios entre ellos).Así quien no se pudo sentir radicalmente confiado y abandonado en unos brazos maternales, difícilmente podrá experimentar en el futuro una confianza y un abandono placentero en la figura de Dios como objeto de fe. En esos primeros estadios la realidad del bebe es confusa y caótica, fundamentalmente porque no existe una diferenciación entre el Yo y el Tu, hay fragmentación, desorden en el sentir, aspectos marcados por el sentimiento de omnipotencia( el niño se juega su vida entre la Introyección y la proyección). Solo a partir del concepto desarrollado por Klein de Posición Esquizo- paranoide y depresiva, se logra evidenciar cómo el niño alcanza a triunfar parcialmente a este estado de precariedad existencial.

Lo anterior muestra la importancia que juega en la vida de los sujetos la dimensión de lo femenino. Lo femenino materno marca fundamentalmente la experiencia de fe, por ello los grandes místicos adoptan, no pocas veces, posturas femeninas en su experiencia de Dios: Dios-madre(Ekkhart), asumir una actitud femenina ante Dios, indicando que hay algo que no depende de la diferenciación sexual. Desde una orientación psicoanalítica se puede entender que las identificaciones primarias realizadas en los primeros enlaces con la madre, aparezcan en la experiencia de vinculación del Otro como sacro, esta posición femenina tan importante en la experiencia mística fue debidamente asumida por personas como Juan de la Cruz e Ignacio de Loyola, pero fracasó en el caso Schreber, allí podemos evidenciar los estamos de “equilibrio” que lo femenino ofrece a la vida psíquica, pero también como su ruina deviene en delirio psicótico, como en el caso mencionado.

• Perspectiva estructural: la Función Paterna(Jacques Lacan)

Si bien el enlace afectivo con la madre (identificación primaria) es fundamental en la estructuración de la personalidad de un sujeto, este proyecto no llegaría a término si la madre no fuese desalojada de su posición de “sujeto devorador” de su hijo, función que tiene que ver con el padre, pues esta matriz primera tiene que desaparecer para que el sujeto pueda avanzar. Es necesaria una “palabra tercera”, la del padre, sin la cual se permanecería enclaustrado en la fascinación del desdoblamiento narcisista imaginario. El símbolo paterno aparece,pues, como la representación de una ley básica que opera a la par con la estructuración del deseo, que es una obligada renuncia a la omnipotencia infantil y remite al niño al enfrentamiento de la limitación y a los márgenes de lo humano, este paso hace que el sujeto no tenga otra alternativa que la búsqueda constante de su completud, pero que solo podrá encontrar en el camino del reconocimiento de la diferencia y la distancia. Ese proceso permite que el sujeto desarrolle su capacidad de búsqueda de diversos objetos, lo cual lo constituirá en un sujeto social por antonomasia. Ya se puede advertir a esta altura lo que sucedería con una persona que pretenda sugerir la vivencia de una experiencia mística, pero que no hubiese sido castrada por el significante paterno, la experiencia se convertiría en una búsqueda fusional con lo materno y no una auténtica posibilidad de desear más allá de la necesidad. Esta palabra tercera (función simbólica de la ley) esta manifestada en los místicos en el Espíritu, el director espiritual, la iglesia; de otro modo la experiencia del místico se transformaría en la proyección de la propia imagen idealizada

III. Fenómenos psuedo -místicos.

El excesivo racionalismo propio de la modernidad deviene en la postmodernidad en una búsqueda casi desesperada por experiencias que estén lejos de lo racional. En este retorno de lo reprimido en la cultura, la emocional, sensorial y cuasi- mágico, nos teje una época donde la ilusión y el imaginario se entrelazan como los soportes de la realidad, dejándonos con muy pocos recursos para estructurar experiencias verdaderamente plenificantes y creadoras. La experiencia espiritual ha sido la más afectada debido a su abundante caudal de símbolos y elementos metafísicos los cuales si no son puestos en la criba de la sensatez y del análisis crítico dejan a los incautos en la dimensión de la  ilusión cruda y desnuda. Es importante advertir siguiendo a Joan Baptista Torello , que en sentido estricto un místico no es un visionario; las visiones, revelaciones, éxtasis, estigmatizaciones, bilocaciones, no constituyen la esencia de la experiencia mística, son fenómenos de orden secundario y completamente accidental, no olvidemos que para el psiquiatra y el psicólogo clínico estos aspectos extraordinarios en sus cercanías a la alucinación, al delirio o a síntomas psicosomáticos o histéricos, han sido los que con frecuencia han figurado en psicopatología como pruebas de conflictos psíquicos no resueltos, por parte de personas “religiosas”. En contraste los místicos auténticos nos muestran la necesidad de un intenso trabajo a nivel interior para acceder al Otro, es innegable que las lógicas de consumo contemporáneas nos llevan a un misticismo facilista que es un auténtico adefesio de la experiencia religiosa, pues constantemente estaríamos atravesando un campo minado.

Grupos religiosos en los cuales se ofrecen revelaciones, lluvia de milagros, sanaciones extraordinarias, ajenas al camino largo y ascético de los místicos tradicionales, ”ghettos de auto- salvados” cuya enseñanza a quedado relegada a un tiempo y un espacio “superado”: la falta de discernimiento y la ignorancia religiosa se convierten en terreno abonado para estos destellos de espiritualismo alienante, pues el Otro es el nombre que se el da a un yo omnipotente excluyendo la necesidad reconocernos como sujetos barrados y en falta. En definitiva, la religión en todos los matices del postmodernismo actual intenta engañarnos con la falsa premisa de hacer creer que somos seres totales, plenos, desconociendo como lo dijo Lacan que somos seres esencialmente deseantes.

IV. ¿Que sería la mística concretamente para el psicoanálisis?

Se podría considerar como un proceso sublimatorio, puesto que supone la posibilidad de expresar y canalizar el deseo, formularlo, liberarlo, en una apertura amorosa al Otro(Dios), más allá del retorno de lo reprimido. Un Otro que psicoanalíticamente habría que entenderlo, como un objeto interno que elaborado desde la primeras experiencias vitales, posibilitaría, mas allá de la mera repetición de lo antiguo, la apertura a un encuentro y la epifanía de una realidad amorosa plenificante. Es importante anotar, que en este tipo de sublimación, el cuerpo sin recluirse en la búsqueda de placer, no es excluido del gozo:”siéntese grandísimo deleite en el cuerpo y gran satisfacción en el alma”(Santa Teresa-Camino de Perfección c31,3), aquí observamos como ocurre una desvinculación de la libido de las funciones biológicas, conservando sus “cualidades” esenciales de la sexualidad, manteniendo la intención del eros: deseo, gozo, intercambio de dones, ofrenda, demanda, confirmación del uno y del otro . De modo que solo somos capaces de amar y experimentar a Dios en la misma medida que somos seres sexuados-deseantes.

V. Elementos para un pronóstico.(No disponible en esta edición)


VI. Aportes de la experiencia mística al mundo actual.

Para el psicoanálisis la experiencia mística constituye una usanza subjetiva y singular y como tal tiene un interés clínico de primera mano, desde este panorama dicha experiencia siempre dejará mas interrogantes que certezas, pero también  mostrará un camino a recorrer, una incógnita por despejar y una práctica clínica por desarrollar.

El aporte fundamental de la Experiencia Mística, constituye el hecho de ubicar la experiencia religiosa mas allá del infantilismo y la regresión, en un auténtica experiencia humana de plenificación y madurez, además de constituirse en un objeto probo de estudio para las ciencias sociales.

El “no ceder” a la experiencia mística enseñada por Lacan nos indica nuevas maneras de abordar el tema del Otro, el goce, el adentro y al afuera, y la estructura subjetiva. Lacan nunca condeno la experiencia espiritual, solia burlarse de la historia, de las pretensiones del intelecto, de la prepotencia académica, pero nunca de la espiritualidad, de la cual era un gran estudioso.

El misticismo es una invitación a superar nuestros deseos infantiles de omnipotencia, en su tendencia a dominar, controlar. El místico nos habla del radicalmente Otro, y de la impotencia incluso para referirse a él, por ello el recurso constante a la poesía, a la canción, al verso; en definitiva a lo estético, como discurso no-racional y singular.

El místico es una invitación constante al despojo. El miedo que tiene el profano lo incita reunir una caudal de conocimientos y cosas que le brindan un falsa seguridad exterior; el místico en su viaje al interior encuentra una seguridad que esta por encima de cualquier razonamiento lógico y de cualquier posesión material. Donde termina la creatura empieza el ser de Dios.

El místico vive intensamente la premisa del libro del éxodo: “No te harás imágenes de Dios”. El místico constantemente pone en cuestión las imágenes de la filosofía y la teología sobre Dios, en este sentido es un auténtico revolucionario, de su despojo incluso de las instituciones donde el discurso de la enunciación (místico) no corresponde con el del enunciado (Institución). El místico  evidencia la distancia que existe entre el Dios del evangelio y el Dios de las teorías teológicas, de modo que su experiencia, no apuntaría una teología de la liberación, sino a un liberación de toda teología.

El místico “denuncia” con su constante esfuerzo, lucha (noche oscura) y perseverancia que la experiencia de fe no tiene nada que ver con los shows mediáticos de las religiones, con los brotes psicóticos de ciertas denominaciones religiosas y menos aun con la gula “emocional” que brindan en el nombre de la espiritualidad muchos profetas de desastres.

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